Guipúzcoa
La arquitectura rural vasca, como el resto de arquitectura, va evolucionando, no está estancada, tal y como expone Baeschlin en su libro “La Arquitectura del Caserío Vasco”. Esta tendencia se ha truncado últimamente. Se persigue mimetizar las antiguas construcciones introduciendo elementos arcaizantes que en la mayoría de los casos no cumplen, como antaño, ninguna función salvo la estética. Así ahora es posible ver piezas esquineras de piedra, o sucedáneos, que no son portantes, sino simples aplacados, los entramados de vigas de madera de fachada, además de no soportar nada, son meras fajas de mortero pintadas de otro color, cuando no se tratan de parches de poliuretano que asemejan madera o revestimientos de plástico que imitan piedra, ladrillo etc. En una palabra, se ha perseguido la piel del caserío y no su espíritu, se ha quedado en la fachada, en lo anecdótico.
Dicho todo la anterior, en ningún momento se ha pretendido sacar el edificio de contexto en el que se encuentra. Se ha pretendido cubrir unas necesidades de la propiedad de una forma que consideramos respetuosa con el entorno en el que se encuentra, es más, es el propio entorno y lo magnífico de sus vistas lo que ha hecho proyectar unas ventanas horizontales que permitan, a la altura del a vista, la contemplación de este paisaje.
La planta rectangular, la cubierta a dos aguas, los aleros, el acceso en la fachada perpendicular a la cumbrera, el soportal de reunión al sur, la cubierta de teja, la fachada pintada en blanco, que se cumplen en el presente proyecto, son elementos constituyentes del espíritu del caserío tradicional tal y como apunta N. Madariaga en su obra “El Caserío como Arquitectura Popular Vasca”.
